Vives ocupado, lleno de responsabilidades que llegan a exceder tu capacidad de respuesta en determinados momentos. Te gusta sentir que tienes las cosas bajo control, y que manejas variables que dan resultados concretos: es la manera de sentirte realmente seguro. Quizás no fumes ni tomes y ni siquiera hayas probado alguna vez sustancias prohibidas, pero igualmente tienes un problema: la adicción al trabajo.
Seguramente te destacas por tu capacidad de mando. Eres bueno para dar respuestas rápidas a asuntos urgentes. Tienes alma de líder, y probablemente estés ejerciendo (o aspires) a una posición de responsabilidad sobre otras personas. A menudo te ves sobrepasado por tener demasiadas obligaciones. Meticuloso, inteligente, más allá de que poseas o no dotes de orador, tienes un sexto sentido para saber qué decir con el fin de salirte con la tuya en las circunstancias más disímiles. Y lo necesitas: te ves en la obligación de cumplir con cronogramas bastante apretados.
Parecería que estoy describiendo el perfil del empresario o profesional exitoso de hoy en día, que se enfrenta de manera cotidiana a la sobrecarga laboral y suele encontrar la manera de salir airoso de las realidades complicadas que se le presentan. Que ante el exceso de obligaciones se concentra aún más para llevar adelante sus tareas, y sabe asumir las responsabilidades necesarias para que los negocios marchen de manera óptima, aunque esto implique menos horas de descanso o encender la computadora los fines de semana.
Algunas personas tienen la impresión de que solo expresan su potencial máximo en situaciones de crisis o de estrés elevado. Pareciera que les resulta excitante forzar su desempeño bajo presión, además de cumplir objetivos para fechas casi imposibles por lo cercanas. Es una manera de sentir que ejercen control sobre su existencia: saben exactamente cómo van a rellenar sus horas en los próximos días hasta que entreguen ese informe tan necesario o tomen un avión hacia la próxima reunión de negocios.
El tiempo es tirano
En el mundo moderno parecería que, si se trabaja solamente 8 horas, se está en falta: son necesarias jornadas más extensas para tener éxito, y quien tiene la posibilidad de hacerlo no debería desperdiciarla, si no otra persona ocupará su codiciado puesto. Aunque el mercado laboral es muy competitivo en este nuevo milenio, hay distintas clases de puestos y no todos requieren la disponibilidad total y absoluta de quienes los llevan a cabo. Tampoco es necesario que absorban nuestro tiempo y energía al punto tal de no dejar que desarrollemos o nos enfoquemos en otras áreas extremadamente valiosas: familia, amigos, deportes, hábitos alimenticios y de toda índole para una vida saludable.
Sin embargo, para muchas personas es imprescindible este nivel alto de adrenalina a fin de sentirse útiles y satisfechas. Solo logran su máxima estimulación intelectual y creativa bajo presión. En sus casas no logran desprenderse de los conflictos de la oficina y siguen enfocando su energía en ello (en desmedro de sus relaciones personales). Creo que las personalidades con este tipo de adicción al trabajo desarrollan algún tipo de cansancio crónico, con los malestares que esto trae aparejado. Vivien exhaustos. Están tan ocupados y sus tareas laborales los absorben de tal modo que casi no tienen el tiempo (físico, mental o emocional) para concentrarse en el resto de sus cosas. ¡Esto genera un desequilibrio!
Al derivar tanta fuerza, tiempo y energía hacia el entorno laboral, los ámbitos personal y familiar quedan eclipsados. Ven transcurrir las demás áreas de manera disociada, a través de un cristal protector que los aísla de sus emociones. Todo a su alrededor pasa como si fuera una película: los cumpleaños, las reuniones familiares, las salidas románticas o con amigos. Están allí pero solo físicamente, son meros espectadores del devenir de los acontecimientos en su propia realidad. Y ésta es la intención positiva de la adicción al trabajo: ningún hecho del ámbito personal los lastima o hiere, pero tampoco llegan a disfrutar plenamente lo que se les presenta.
Cómo mejorar
La clave de una vida sana es la moderación. Así como el control de todo lo que nos sucede es una ilusión, el equilibrio total también lo es. De todas maneras se puede aspirar a vivir de una manera más armoniosa que no nos haga perdernos lo que sucede más allá del ámbito laboral.
Si decidimos dejar de escaparnos tras un escritorio o una computadora, balancear nuestras actividades y tratar de hallar tiempo para dedicarnos no a ser meros espectadores de lo que sucede alrededor de nosotros, sino a vivirlo y percibirlo en primera persona, además de trabajar, seguramente lograremos que se produzcan varios cambios positivos hacia una mejor calidad de vida.





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